¡Judaismo! - Parashat Behar-Bejukotai
Behar-Bejukotai
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Resumen de la Parashá
Parashat Behar
La Torá ordena el cese de la agricultura en la Tierra de Israel cada siete años. Este "Shabat" de la tierra se denomina Shemitá. (El año 5754 fue un año de Shemitá en Israel). Después del séptimo año de Shemitá, en el año número cincuenta, se anuncia que es año de Jubileo (Yovel), con el sonido del shofar en Yom Kipur. Y este año también es un año en el que la tierra permanece inactiva. Hashem promete darles a los judíos una cosecha abundante antes de los años de Shemitá y Yovel, para proveerle sustento al pueblo judío. En el año de Yovel, toda la tierra retorna a la división original que poseía en tiempos de Yehoshua, y se liberan todos los sirvientes judíos contratados, aunque no hayan completado seis años de servicio. Al sirviente judío contratado no se le puede encargar ninguna labor degradante, innecesaria o extremadamente difícil, y no se lo puede vender en el mercado. El precio de su labor debe calcularse de acuerdo con la cantidad de tiempo que reste hasta que quede libre automáticamente. El precio de la tierra se calcula de un modo parecido. En caso de que alguien venda su tierra ancestral, tiene derecho a redimirla después de dos años. Si se vende una casa en una ciudad amurallada, el derecho de rendención se extiende únicamente al primer año luego de la venta. Las ciudades de los levitas les pertenecen en forma permanente. Se le prohíbe al pueblo judío aprovecharse los unos de los otros prestando o pidiendo prestado dinero a interés. Los miembros de la familia deben redimir a cualquier familiar que haya sido vendido como sirviente contratado, a causa de haber empobrecido.
Parashat Bejukotai
La Torá promete prosperidad para los israelitas siempre y cuando éstos cumplan con los preceptos de Hashem. Pero si no se comportan a la altura de su rango de Pueblo Elegido, sufrirán castigos terribles. La Torá detalla el duro proceso histórico que recaerá sobre ellos en caso de que se les quite la protección divina. Estos castigos, cuyo propósito es hacer que Israel se arrepienta, se producirán en siete etapas, cada una más difícil que la anterior. El Sefer Vaikra, Levítico, concluye con una descripción detallada de Erajin, el proceso a través del cual el individuo puede hacer un voto para darle al Beit ha Mikdash el valor monetario equivalente a una persona, un animal o una propiedad.
Comentario a la Parashá
Parashat Behar
"... en el Monte Sinaí..." (25:1)
La mitzvá de la shemitá le ordena al Pueblo judío que deje de trabajar sus campos cada séptimo año, con la promesa de que, milagrosamente, Hashem les proporcionará todas sus necesidades.
Sin embargo, el milagro de la shemitá variaba de acuerdo con su nivel de bitajón (confianza en Hashem).
Cuando el pueblo judío tenía un nivel alto de bitajón, la cantidad de alimentos que se cosechaban en el sexto año no variaba de un año a otro; no obstante, alcanzaba para proveer nutrición durante tres años, en vez de uno.
Pero cuando el nivel de confianza en Hashem era bajo, los campos daban, en términos reales, tres veces la cantidad que se cosechaba en un año común.
En el primer caso, se producía un milagro oculto; en el segundo, un milagro descubierto. ¿Por qué el nivel más bajo invocaba un milagro aparentemente más grande, más abierto?.
El milagro descubierto siempre es el "segundo mejor" en el plan de Hashem. El Hombre es la criatura que está designada en forma específica para tener libertad de elección. Los milagros abiertos son tan compulsivos que limitan la libertad de elección del Hombre.
No obstante, Hashem responde hasta al nivel más bajo de confianza en El y proporciona la pirotecnia de un milagro abierto, si eso es lo que hace falta para hacer que el pueblo se sienta seguro.
Una vez, Rabí Jaim de Volozhin le preguntó al Gaón de Vilna qué es lo que quiere decir el Talmud cuando dice que uno de los atributos de Hashem es "estar satisfecho con Su parte". El Gaón de Vilna le respondió que la parte de Hashem es el pueblo judío. El querría que estuviésemos en un nivel más elevado, pero no obstante está satisfecho con nosotros, cualquiera sea el nivel en que nos encontremos.
"Y Hashem le habló a Moshe en el Monte Sinaí, diciendo..." (25:1)
Hashem le dijo a Moshe todas las mitzvot en el Monte Sinaí. Entonces ¿por qué la Torá registra en forma específica que la mitzvá de shemitá le fue transmitida a Moshe "en el Monte Sinaí"? ¿Acaso todas las otras mitzvot no le fueron también transmitidas a Moshe en el Monte Sinaí?
Uno de los efectos de la mitzvá de shemitá es implantar en el corazón de pueblo judío la idea de que Hashem, a pesar de toda Su Trascendencia, igualmente supervisa hasta el más mínimo detalle de este mundo.
La shemitá nos enseña que Hashem nos proporciona todo lo que necesitamos a pesar de al parecer no somos más que un punto minúsculo en el espacio intergaláctico. En Sus ojos, todos esos billones de años luz no son más que un parpadear de ojos.
No está "por debajo de Su dignidad", por decirlo de alguna manera, el interesarse por este plano físico nuestro. Pues "en el lugar de la grandeza de Hashem, allí está Su humildad".
Hashem eligió, como el sitial para Su revelación, no al Monte Everest, la montaña más alta del mundo, sino al humilde, bajo Sinaí. Fue en el Sinaí que El quiso revelarnos Su Torá. Pues a pesar de toda la inefable Majestad y Trascendencia de Hashem, la humildad de espíritu Le son muy preciadas.
Y precisamente ahí está la conexión entre la shemitá y el Sinaí: así como la shemitá pone de manifiesto que Hashem se ocupa hasta de este mundo tan bajo, así también El nos reveló la Presencia Divina en el Sinaí, la más baja de las montañas.
Haftará
Yeshayahu 6:1-13, 7:1-6, 9:5-6
Yirmiyahu 32:6-27
La historia del pueblo de Israel no finaliza con la conquista y el exilio. Estas son meras digresiones. Por más alejados que parezcamos del escenario central de la historia, Hashem nos ha prometido que sobreviviremos y triunfaremos.
Este tema aparece ilustrado en la Haftará de esta semana: la parashá habla de la venta y la redención de la tierra. Del mismo modo, en la Haftará, Hashem le ordena al profeta Yirmiyahu, inclusive cuando éste se encuentra en la cárcel, que redima una propiedad familiar.
Yirmiyahu sabía que todo Eretz Israel estaba a punto de caer presa de los babilonios. ¿Qué necesidad había de redimir una propiedad que estaba a punto de ser capturada?
Hashem le dijo a Yirmiyahu que por más grande que fuera la tragedia, por más largo que fuera el exilio, Hashem finalmente redimiría a Su pueblo. La redención de esta propiedad no era algo meramente simbólico, pues con el tiempo el pueblo judío retornaría a su tierra para habitar en ella en paz. Inclusive cuando nos enfrentamos a la catástrofe, debemos conducirnos sin olvidar que Hashem está dirigiendo el mundo y llevando a cabo todos los preparativos correspondientes.
"Grande en consejo y poderoso en acto, Cuyos ojos son conocedores de todo el camino de la humanidad, para darle a cada hombre de acuerdo con su camino y el fruto de sus actos". (32:19)
Cuando una persona es juzgada y se dictamina que merece la pena de muerte en el tribunal Celestial, Hashem pone en la balanza la tremenda pena que habrán de sufrir sus inocentes padres, mujer e hijos, en caso de que la sentencia llegue a ejecutarse.
Por eso, Hashem no castiga a nadie hasta que también haga el cálculo de si esto habrá de causar un castigo no merecido a uno de sus familiares. Eso es lo que significa el versículo: "Grande en consejo y poderoso en acto". Unicamente Hashem es capaz de calcular el grado preciso de la deuda de cada persona, para que solamente tenga que responder "de acuerdo con su camino y el fruto de sus actos".
"Nunca digas 'Estudiaré cuando tenga tiempo libre' pues tal vez ese momento nunca llegue". (Rabí Gamliel ben Rabí Yehuda Hanasí 2:4)
Esto estádirigido a todas las personas que están tan pero tan ocupadas que solamente tienen un ratito libre, en medio de todas sus actividades, para estudiar Torá. Que no digan: "¿Qué puedo aprender en tan poco tiempo? Cuando tenga una cantidad de tiempo más grande me voy a dedicar a estudiar como corresponde". Es posible que ese momento nunca llegue, y, mientras tanto, por culpa de su negligencia perdió para siempre ese cuarto de hora que tenía a su disposición, una parte de su vida que, después de todo, no es más que una cadena de fragmentos de tiempo como ese cuarto de hora.
Escrito y Recopilado por: Rabino Yaakov Asher Sinclair
Editor y Responsable: Rabino Moshe Newman
Diseño de Producción: Lev Seltzer
Diseño de HTML: Eli Ballon
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